Multiples of Stupor

“Los sonidos nos definen, nos abrazan, nos llevan lejos. Ellos nos comunican, nos llaman desde todo el mundo. No podemos cerrar los oídos”.

~Trevor Cox

Escuchar es una de las grandes experiencias activas del ser humano. Una habilidad que nos acompaña desde el nacimiento pero que se pierde a medida que se avanza en años. Oír, por el contrario, es una experiencia pasiva en la que los sonidos pueden o no ser captados y luego enviados al cerebro como estímulo. Los oídos nos permiten registrar ondas sonoras del aire y procesarlas como información. Sin estos, muchas de las ondas serían imperceptibles y los sonidos altos sólo se advertirían por la vibración en la piel.

Aunque con el tiempo nos hayamos olvidado de prestarle atención al vasto mundo de los sonidos, pues el predominio de lo visual ha opacado el sentido de la escucha, hay sonidos que nos intrigan. La obra de Lucrecia Dalt, expuesta actualmente en el Laboratorio de experimentación sonora del MAMM, da cuenta de ello. Multiples of Stupor es una instalación que utiliza el sonido como elemento para investigar el comportamiento de los oyentes frente a los efectos sonoros. Esta, invita a escuchar de manera activa y no pasiva, haciendo que los visitantes sean partícipes de la exploración poética y psicoacústica propuesta por la artista.

Lucrecia Dalt

Moléculas de sonido, ecos, cascabeles, crujidos, fragmentos de silencio, distorsiones, murmullos, susurros, respiración y voces sintéticas se expanden por el espacio expositivo haciendo que al ingresar en él se sienta como entrar en otra dimensión temporal y perceptiva. Las vibraciones de ese lugar transitorio y liminal propulsan el movimiento de los cuerpos, activando diversas sensaciones. Escuchamos una cosa y rápidamente cambiamos la atención de un sonido a otro. Así es posible sentir la vibración sonora como esencia de todas las cosas, incluyendo de las células del cuerpo humano. La frecuencia vibratoria de cada sonido en particular conduce a interiorizar en el vacío de la consciencia. Perplejos por la oscuridad del espacio, comenzamos a escuchar con mayor consciencia, y mientras más escuchamos, más aprendemos a oír.

Es así como en esa caja negra, en la que se ha transformado el Lab3 para la instalación, junto a la atmósfera envolvente y sombría generada por el sonido, se presentan diversas posibilidades perceptuales. Mientras nos desplazamos por el espacio, una luz en el medio de la sala se va haciendo cada vez más visible; ésta se proyecta desde el techo y refleja un cuadro de luz en el suelo. Es en ese momento que nos percatamos de la existencia de energía en sus tres formas: luz, sonido y vibración.

Lucrecia Dalt

Multiples of Stupor está compuesta por un sistema de varios altavoces ubicados a lo largo del espacio, los cuales se caracterizan por proyectar el sonido a manera de haz. Uno de ellos le otorga movilidad al sonido, y esto combinado con las estructuras convexas del techo y las condiciones acústicas del laboratorio, promueve una dinámica sonora muy particular. Es dicha espacialización del sonido la que induce el movimiento, tanto interno como externo, de los cuerpos que allí deambulan. A partir de los efectos de tonos y timbres que van ascendiendo en volumen, la reducción gradual del sonido y la luz, así como del diminuendo de voces que se desliza poco a poco hasta llegar a un débil susurro, persiste una masa de sonidos con pequeños fragmentos de energía sonora.

La propuesta poética-sonora de Lucrecia Dalt es una exploración contemporánea de la experiencia psicoacústica, de cómo un vasto campo de fuerzas sónicas afecta nuestra psique y nuestro cuerpo. Esta interesante instalación en la que confluyen investigaciones sobre ciencia, tecnología y estética, tiene como objetivo primordial amplificar la experiencia de la escucha como acontecimiento sensorial, perceptivo, creativo y poético.

Es necesario ir más allá del predominio visual de la actualidad para experimentar con otros sentidos, especialmente con el de la escucha. Por eso, esta muestra debe ser visitada no solo por aquellas personas cuyos oídos entrenados son capaces de discernir sonidos, sino también por quienes no están acostumbrados al mero acto de escuchar, a disponerse a la escucha atenta separada de cualquier otra actividad. De aquí, quizás los visitantes salgan escuchando el mundo a su alrededor como si fuera la primera vez.

La exposición estará abierta al público hasta el 2 de febrero de 2020, y adicionalmente concierto de la artista el 3 de diciembre el Teatro MAMM a las 7pm. Será una noche cargada de música electrónica, sintetizadores, voces poéticas y atmósferas envolventes de sonido a cargo de Lucrecia Dalt y con Daniel Gómez como invitado especial, quien presentará un concierto de música generativa.

Jardín del Edén

¨Escuchar cada melodía como una vasta pieza de composición o improvisación, como el paisaje sonoro siempre en construcción que conforma este mundo, es la tarea final del oyente atento. ¨

~David Rothenberg

 

¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿Adónde vamos?, el título que Paul Gauguin le dió a su obra de 1897, una alegoría del transcurso de la vida, recuerda las preguntas existenciales que de manera intrínseca han estado presentes a lo largo de toda la historia del arte.

Cuestionamientos netamente humanos, que hablan de nuestra relación con la naturaleza y la vida de cada época, de la obra de arte como hija de su tiempo, como diría Kandinsky. Dichas interrogantes han surgido, y lo siguen haciendo, de la necesidad interior del artista en diferentes contextos históricos.

Jardín del Edén es una obra filosófica y temáticamente similar a la del evangelio de Gauguin, pero es a través del sonido que cuestiona el origen del hombre y el mundo. Se trata de un proyecto expuesto en el Lab3 del Museo de Arte Moderno de Medellín (MAMM), el cual parte de la metáfora bíblica sobre el paraíso, del Génesis como el relato que puso a los humanos por encima de la naturaleza.

Con esta instalación, la artista Beatriz Eugenia Díaz (Bogotá, 1965) presenta un universo esotérico sonoro guiado por una interpretación de los números. De cierta forma, intenta explicar el orden oculto del cosmos, en el que los sonidos se originan de una ¨vibración secreta¨ según la numerología, o de la ¨vibración numérica¨ de Pitágoras, quien desarrolló la teoría que relaciona los planetas y las frecuencias de los números, a la cual denominó ¨música de las esferas¨, como una faceta más del universo y las leyes de la naturaleza.

En esta ocasión la sala de experimentación sonora está tapizada con grama artificial para demostrar un vínculo entre lo visual y lo musical. De manera que, en el medio del espacio se encuentra la vida representada por el color verde y la grama sintética, sobre esta hay un equipo de sonido, un tocadiscos y un disco como símbolo del lugar de devoción, del eterno retorno. El disco que reproduce los sonidos está compuesto por un lado A de once minutos y un lado B también de once, así suman veintidós. ¨Como las veintidós letras del alfabeto hebreo, como los veintidós arcanos del tarot, como un todo, una totalidad. Once son dos unos. Como Adán y Eva¨, explica la artista, quien para la creación de esta instalación viajó al lugar donde transcurrió su infancia. Allí capturó muestras del paisaje sonoro y las modificó, mediante procesos de síntesis de audio, hasta componer los dos lados de un disco. La obra también recoge sonidos de una obra anterior, Naturaleza oculta (2017), donde las raíces de algunos árboles agonizantes le enseñaron la relación entre la memoria, los límites y la libertad.

Jardín del Edén

El lado B del disco reproduce un conjunto de vibraciones en loop. Esta repetición de sonidos, como si fueran mantras (del sánscrito Mana: mente, Tra: herramienta), funciona como un instrumento para calmar la mente, para traer la consciencia al momento presente. Un mantra es una vibración particular de la pulsación original del cosmos, o del zumbido basado en la revolución orbital del Sol, la Luna y los Planetas que enunció Pitágoras. De manera similar, los sonidos de Jardín del Edén se repiten en la estructura de nuestra conciencia promoviendo un efecto estabilizador.

Por otra parte, el lado A del disco representa el pasado, la nostalgia que nos produce la extinción de los humanos en el Paraíso. Este contiene una atmósfera de sonidos que se funde con la interpretación al piano que la artista hizo del Preludio en Do Mayor de Johann Sebastian Bach, pieza que para ella representa la nostalgia y la metáfora del Jardín del Edén. El lado A se encuentra amplificado en un sistema tradicional de tocadiscos a manera de loop en dos altavoces visibles en el espacio, mientras que el lado B suena en un sistema de cinco altavoces ocultos.

La artista ha trabajado aquí con el sonido partiendo del deseo de unión con la energía vibratoria, con el universo o con el Todo; entonces en adición a escuchar esta atmósfera de música sintética con los oídos, con el cuerpo y con todas nuestras células, aprendemos a escuchar nuevamente, a entrenar no solo nuestro oído externo sino también el interno, el que está asociado a la intuición. Los sonidos comienzan a afectarnos el alma y quizás de este modo, al profundizar más en ellos y atender al silbido de los grillos, a los susurros y crujidos de la naturaleza, al ritmo del viento, mezclado con las cadencias y repeticiones de sonidos que a manera de mantras conforman masas o bolas de energía en vibración, y a los detalles minuciosos de la melodía de Bach, la obra nos genere una nueva inquietud espiritual.

Por su condición inmaterial y atemporal, el sonido ofrece un paradigma de abstracción y una herramienta para mediar entre el mundo de los fenómenos y el espíritu. La mente del ser humano es inquieta por naturaleza, pero esta puede reposar en las vibraciones sonoras como una forma de meditación. En este sentido, la obra ofrece una vía para calmar las fluctuaciones de la mente.

Jardín del Edén estará abierta al público hasta el 6 de octubre.  El próximo jueves 22 de agosto las artistas Beatriz Eugenia Díaz y María Angélica Madero conducirán un Laboratorio Creativo denominado ¨Cartografías del Paraíso¨, desde las 10 am hasta las 4 p.m. Este se llevará a cabo en el Lab 1 y 2, y estará dirigido a los artistas en formación. Será un espacio creativo en el que se invitará a los participantes a realizar una regresión desde la cual plasmar su imagen propia del paraíso hasta conformar una cartografía colectiva, con un enfoque multidisciplinar y libre que puede comprender ejercicios de grabación sonora, fotografía y dibujo.

Beatriz Eugenia Díaz realizó sus estudios de Artes Plásticas en la Universidad de los Andes y de Música, en el Conservatorio de la Universidad Nacional de Colombia y en la Universidad de los Andes, con profesores y maestros de Viena, Austria y Bogotá. Sus obras plantean la interrelación de lenguajes, en las que el número ha actuado como elemento mágico y principio unificador, y en las que la música ha estado siempre presente como práctica artística, como referente para la representación, como un interés por el concepto de tiempo, como no-materia, actuando y modificando la percepción de los espacios. Entre sus exposiciones individuales recientes se destacan: Apical, capilar, radical, Lugar a Dudas, Cali (2018); Naturaleza oculta, Galería Casas Riegner, Bogotá (2017); Primero estaba el mar en Barrio Abajo Centro de Creación Contemporánea, Barranquilla (2016); Polaris, IV Premio Luis Caballero en Galería Santa Fe, Centro Cultural Planetario de Bogotá (2007).  Actualmente se desempeña como asesora de proyectos de grado en Arte, en la Universidad de los Andes; como profesora invitada en la maestría en Artes Plásticas y Visuales de la Universidad Nacional de Colombia y como profesora de cátedra en la Universidad El Bosque y la Pontificia Universidad Javeriana.

Alba Fernanda Triana

Polifotonía. Una nueva exposición de arte sonoro en el MAMM

 

¨… Las ondas están ahí afuera y están saludando¨.

~Pauline Oliveros

En el medio de la sala que conforma el Laboratorio de experimentación sonora (Lab3) del Museo de Arte Moderno de Medellín (MAMM), se erigen, como aureolas de luz brillante, tres esculturas compuestas por una cuerda, un parlante y un afinador. Aparecen complementandose entre sí y creando un conjunto visual armónico que resalta en la oscuridad. El movimiento sutil y complejo de la luz, inducido por las frecuencias de onda, producen casi de inmediato un estado de atención absoluta una vez que se ingresa en el recinto expositivo.

Se trata de la instalación Polifotonía de Alba Fernanda Triana. Las tres estructuras representan los instrumentos musicales de un ensamble, pero en vez de emitir un sonido audible, emiten uno visible. La obra funciona con un parlante que excita la cuerda y esta adopta la forma de la onda sonora, una onda sinusoidal simple que se muestra como una sombra ovalada, que en física o en música se llama antinodo. Esta se va transformando entre los 23 o 30 minutos que dura la pieza. La artista utiliza la luz como herramienta para hacer visible la onda sonora, como si trabajara sobre un lienzo, a través de la manipulación de las frecuencias de onda.

La obra comienza con una única onda de luz que se va engrosando y poco a poco entran otras para cambiar las propiedades. Estas nuevas luces, a las cuales Triana denomina ¨voces¨, se refuerzan o cancelan entre sí. Para la artista, la importancia de esta, como de todas sus demás obras, radica en la exploración sobre la interacción existente entre el ser humano y sus alrededores. Triana explica que una serie infinita de cosas suceden constantemente en la naturaleza circundante, pero estas acontecen a niveles muy pequeños que nuestros sentidos no pueden percibir.  Por eso, con este tipo de trabajos, se interesa en la investigación y en el análisis de los fenómenos naturales y los interpreta, mediante un discurso visual compuesto de ondas que se transforman al asignarle parámetros tradicionalmente atribuidos a la música. Así utiliza tiempo, frecuencia, textura y densidad, para traer lo intangible a un ámbito tangible.

Cabe resaltar que dichas ondas sonoras también conviven con partículas de energía o partículas en vibración. Por lo que el comportamiento de las ondas en la instalación también se debe al traslado de la energía vibratoria al campo visual. Dicha energía está siempre presente en la ¨sonosfera¨, para utilizar el término acuñado por Pauline Oliveros al describir todo el rango de energía presente en el espacio, que cubre tanto la energía magnética como la eléctrica, la electromagnética, la geomagnética, la cuántica y la acústica. Con Polifotoníaentramos en contacto con las frecuencias de onda de varios de estos tipos de energía, principalmente la acústica.

En suma, este trabajo no trata simplemente de la disposición de tres objetos en un espacio. Consta de tres esculturas porque las tres se comportan como si fueran miembros de un ensamble, representan un trío, y cada determinado tiempo (200 segundos aproximadamente) las tres se sincronizan y tocan la misma pieza, pero a una velocidad de frecuencia diferente. Utilizando su metodología de compositora, la artista logra transformar parámetros musicales, y por eso con el título Polifotoníahace referencia al término musical polifonía (múltiples voces) y foto, el prefijo que alude a la luz.

Este planteamiento poético más que musical, ha sido concebido en obras anteriores, como la serie de piezas titulada ¨Música sobre una cuerda amarrada¨, en la que la luz y las ondas interactuaban produciendo una vibración compleja, y en la que se podía examinar el fenómeno de la resonancia; o en ¨Gamelán Electrónico¨, un instrumento musical interactivo en el que las personas podían cambiar el timbre y la calidad de una pieza musical de dos minutos, cuando la sombra de las manos pasaba sobre una mesa de luz. Actualmente, Alba Triana trabaja con el CERN y otras instituciones para desarrollar una pieza que explora elementos primordiales de la naturaleza, lo que incluye propiedades y comportamientos de diferentes formas de vibración y de energía, y las leyes fundamentales del azar, las cuales están intrínsecamente relacionadas a los métodos creativos de la naturaleza. Para otro de sus trabajos en proceso explorará un fenómeno llamado ¨entrelazamiento cuántico¨.

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Música sobre una cuerda amarrada (2015)

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Gamelán Electrónico (2008)

En la visita comentada de la exposición Polifotonía llevada a cabo el día 6 de diciembre en el MAMM, la artista dejó claro que existen varias razones por la cuales realiza este tipo de obras. En primer lugar, porque piensa que en el arte contemporáneo pudiera haberse llegado a un nivel de sobre-conceptualización y ella está interesada no solo en lo que se entiende a través de las palabras sino también en lo que puede concebirse a partir del poder de la experiencia. Cree profundamente en la intuición y en que la experiencia es el único medio con el cual se puede llegar a conocer aspectos muy complejos de la existencia. En segundo lugar, espera que cuando los visitantes entren y vean la obra, logren comprender más allá de lo que está a simple vista y puedan conectarse con algo más profundo de la existencia, con los principios fundamentales de la naturaleza. Y en tercer lugar, porque siendo compositora ha decidido exceder el mundo de lo sonoro, ya que hoy en día la realidad es tan compleja que se hace muy difícil abordarla desde una sola disciplina. Ella aboga por el trabajo en equipo, interdisciplinario y que parta de la experiencia holística. El suyo es un intento de comprenderse a sí misma, no solo como una persona con un sistema nervioso que ve, huele, siente y toca, sino también como un ser que abarca un espectro amplio de posibilidades de existencia.

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Visita comentada MAMM (6 de diciembre de 2018)

Polifotonía estará abierta hasta el 17 de febrero del 2019 en el Lab3 del Museo de Arte Moderno de Medellín (MAMM). El Laboratorio de experimentación sonora (Lab3) es un espacio dedicado al sonido como objeto de reflexión. Inaugurado a finales del 2015, nace como un espacio único en el país para un tipo de prácticas creativas que apuestan por el sonido como elemento primordial y que proponen la confluencia entre arte, ciencia, tecnología y sociedad. Este cuenta con las condiciones físicas que permiten a los visitantes entrar en un estado de quietud, favorable para la inmersión profunda en los sonidos y el contacto con nociones como las de ecología acústica, escucha profunda, cartografías sonoras, paisaje sonoro, electroacústica, poesía sonora, radio arte,  computer music, noise, circuit bending, tecnologías mestizas, cultura hacker, paisaje electromagnético, sonosfera y un amplio listado de prácticas y conceptos que se han tratado en cada una de las exposiciones realizadas hasta el momento: Territorio Táctil, Jagüey, Micro-ritmos, Escuchas, Darién, El Maravilloso Mundo de las Máquina de Jacqueline Nova, De dientes para afuera, Rarae Aves, 4×10. Exploraciones Sonoras sobre el Tiempo, Yarumo. Diálogos y Resonancias, Hyper-Rainforest y Polifotonía.

Hyper-Rainforest

Una inmersión sonora en el MAMM

“El sonido como fuerza espiritual, como forma de penetración, en conexión con una realidad mucho más profunda que la de la simple representación”.

~Francisco López

Artículo publicado en el El Mundo

Francisco-mamm

Los oídos nos informan con exactitud sobre la realidad. Así esta tenga tres, cuatro o más dimensiones, la podemos escuchar. A diferencia de los ojos, los oídos no pueden cerrarse mientras se vive. Escuchar equivale a vivir. Las situaciones o lugares adecuados para la escucha atenta, facilitan el ingreso a ese territorio interno de los sonidos y pueden dar cuenta de una dimensión mucho más consciente de la existencia.

Capas de sonidos simultáneos e intensos de criaturas y de muchas especies animales, alternancia de frecuencias altas con bajas y apacibles, y reproducciones de tormentas y lluvias con ritmos espaciosamente agradables, en una dinámica que presenta cambios sonoros graduales e inesperados, es lo que se aprecia en la instalación ´Hyper-Rainforest` del artista Francisco López, actualmente expuesta en el Laboratorio de experimentación sonora (Lab3) del Museo de Arte Moderno de Medellín (MAMM).

Los sonidos de la densa vegetación de selvas y bosques tropicales lluviosos de varios lugares del planeta, se despliegan aquí para generar un cambio en el tipo de escucha, además de presentar un abanico de posibilidades que nos enfrentan a una situación distinta con respecto a la realidad. Grabaciones de Australia, Argentina, Brasil, Costa Rica, Cuba, Gambia, Japón, México, Nueva Zelanda, Sudáfrica y Venezuela, que abarcan un período de 20 años de trabajo del artista, constituyen la evidencia de un mundo naturalmente acusmático, una situación en la que es posible escuchar elementos sin que sus causas sean visibles. Dicha imposibilidad de localizar visualmente las causas de los sonidos ocurre de forma natural y sistemática en los bosques tropicales lluviosos.

Al ingresar en la sala que alberga la obra, nuestra disposición mental cambia, y casi de inmediato, comenzamos a disfrutar de la experiencia inmersiva que Francisco López ha propuesto con este maravilloso viaje a través de los sonidos. Puede que en una primera instancia nos preguntemos acerca de la procedencia de los mismos, pero tan solo unos cuantos minutos son suficientes para que el intelecto entre en consonancia con las sonoridades presentes y se dedique a la contemplación absoluta. Sentimos los cambios repentinos y los detalles sorpresivos de sonidos a lo largo de 70 minutos de reproducción continua -en bucle-, provenientes de 5 altavoces (uno en cada esquina, uno central y dos subgraves) ocultos detrás de cortinas negras. El doble sistema 5.1 -sistema clásico que se desarrolló originalmente para el cine- junto a la configuración y organización perfecta de los detalles de la sala, hace que el sonido sea realmente extraordinario. La iluminación tenue funciona como una vía de acceso al universo sonoro, y al mismo tiempo, es el camino de ingreso al interior de los oyentes, para quienes las manifestaciones sonoras de este tipo son difíciles de percibir en otras circunstancias. La experiencia es superior y mucho más intensa a la que pudiera tenerse en el medio de la selva, ya que aquí no existen las distracciones físicas que impiden la escucha calmada, minuciosa y consciente. Por lo tanto, es posible que se perciban mejor los sonidos y solo por esa razón es concebida como una instalación hiperrealista. Además el hiperrealismo, un concepto importante para comprender esta obra, se refiere a la no pretensión de simular un lugar o una situación. Es así como ´Hyper-Rainforest` nos introduce con mayor profundidad debajo de las capas de la realidad que no tienen que ver ni con la representación ni con la simulación.

Ya que la pieza no intenta reproducir la realidad natural y original de los lugares, sino recrear lo que López denomina hiper-realidad (un mundo sonoro virtual auto-suficiente), esta indaga en la dimensión trascendental de la materia sónica misma, que podría traducirse como una interpretación ontológica, existencial y espiritual de la escucha profunda, la cual nos ayuda a penetrar en una realidad menos obvia que la simulativa o representacional.

Para el artista Francisco López, quien es reconocido internacionalmente como una de las figuras más relevantes de la música experimental y el arte sonoro, los sonidos también son cosas, independientemente de quién o qué los produjo. Son entes, existencias tan reales como las causas que los produjeron. Con ´Hyper-Rainforest` alcanzamos una inmersión total en los sonidos, una suerte de fusión con la realidad intrínseca de los sonidos-objetos; por lo tanto, esta experiencia puede comprenderse como una forma de distanciamiento de la realidad inmediata, al establecer un vínculo con nuestro templo interno, donde predominan las sensaciones y los sentimientos generados por el ambiente sonoro.

´Hyper-Rainforest`

Abierta al público desde el 10 de octubre hasta el 12 de noviembre.

Sala de experimentación sonora (Lab3)

MAMM

Polifotonía en el Mamm Medellín

“Todo lo visible se aferra a lo invisible, lo audible a lo inaudible, lo tangible a lo intangible; quizás lo pensable a lo impensable”.

~Novalis

Artículo publicado en el El Mundo

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Objetos escultóricos vibracionales. Híbridos que cruzan los límites entre ciencia, arte y tecnología, que manejan ritmos, formas, texturas, densidades y frecuencias no audibles. Una instalación que presenta luz, colores, vibraciones y longitudes de onda, como una obra de arte concebidas musicalmente, mezclando rigurosidad con refinamiento estético.

Así la escultora de sonido Alba Fernanda Triana establece un puente entre lo auditivo y lo visual, al interesarse en los elementos intangibles e indagar en lo que no puede ser percibido. La instalación, Polifotonía, expuesta en el Laboratorio de experimentación sonora (Lab3) del Museo de Arte Moderno de Medellín (Mamm) a partir del próximo 5 de diciembre de 2018, consiste en tres esculturas que evocan instrumentos musicales, compuestas por ondas que se despliegan en múltiples voces de luz. Este trabajo ofrece una manera diferente de percibir el sonido, por medio de componentes visuales y vibracionales como vía para establecer un diálogo entre los espectadores y el espacio. El título Polifotonía hace referencia al término musical polifonía (múltiples voces) y foto, el prefijo que alude a la luz.

La artista explora poéticamente los patrones naturales y característicos de las vibraciones, mostrando las propiedades físicas de los objetos en tres esculturas. Cada una de ellas integra una cuerda, un afinador y un parlante. A través del parlante, una señal de audio excita la cuerda, haciendo que esta adopte la forma de una onda sonora simétrica y visible, formada por dos antinodos ovalados. Como en una suerte de lienzo, se refleja una luz que al densificarse gradualmente incorpora nuevas voces. De esta manera, se efectúa un proceso de interacción e interferencia entre las ondas luminosas que se repite cada 23 minutos. Las diferentes frecuencias de una misma pieza se sincronizan periódicamente en grupos o en tutti.

Aunque no se escuchen los sonidos, existe un movimiento musical descrito por cada escultura, precisamente en la amplificación de las vibraciones de onda. Todos los cuerpos físicos vibran y los colores no son sino la manera en que el ojo percibe diferentes frecuencias o longitudes de onda. El color de los objetos proviene de la manera en que absorben o transmiten la luz, obstruyen ciertas frecuencias y dejan pasar otras. Aisladas y tratadas de manera independiente, las ondas vibratorias de las esculturas en Polifotonía producen cierta coloración como respuesta a la luminosidad.

Con esta instalación se redefine el concepto tradicional y contemporáneo de lo sonoro, de modo que el Lab3 del Mamm se convierte en un laboratorio donde convergen distintas disciplinas. Música, luz, color y movimiento se funden en una indagación poética de las vibraciones provenientes de nuestra naturaleza. Al explorar la manera en cómo las ondas inaudibles son perceptibles para los sentidos humanos, la obra nos recuerda que tanto el sonido como la ausencia del mismo ha sido fuente de inspiración de muchos artistas a lo largo del siglo XX y estos constituyen algunos de los precedentes de la obra de Triana. 4’33”(1952) de John Cage, una pieza en la que el músico se sentó frente a un piano durante cuatro minutos y treinta y tres segundos sin hacerlo sonar, constituye una de las primeras evidencias de que el sonido puede encontrarse en cualquier parte, incluso en el silencio. Symphonie Monoton-Silence (1957) de Yves Klein, cuyo segundo movimiento consistía en veinte minutos de silencio, era la equivalencia sonora de las pinturas monocromas del artista. Zen for Record (1966) de Ken Friedman, una grabación en blanco en homenaje a Zen for Film (1964) de Nam June Paik, consistía en una película de 16mm que solo mostraba una pantalla blanca con rasgados y titileos ocasionales. Cage utilizó el silencio como parte de sus composiciones musicales y Paik utilizó la ausencia de imagen como obra de arte. En ambas se evidencia una especie de sensibilidad Zen, que incentivaba la introspección meditativa. Con Polifotonía (2018) de Alba Fernanda Triana, se parte de la luz y el movimiento vibracional para que el espectador pueda extraer de los sonidos internos, generando así una experiencia introspectiva.

Alba-Fernanda-Triana

En este trabajo advertimos que la ausencia de algo indica también la presencia de otros elementos, los cuales sirven para construir un camino entre el mundo exterior fenoménico y el interior del espíritu. Polifotonía apunta a la creación artística en otro ámbito, en el que las vibraciones sonoras silenciosas permiten expandir el concepto de tiempo y espacio como un continuum vital, pues estamos vinculados al espacio en la medida en que las vibraciones de las esculturas se expanden alrededor de la sala e interactúan con nosotros. Se trata entonces de un planteamiento poético más que musical.

Al mismo tiempo, el silencio puede interpretarse como una especie de vacío existente en el espacio, y es un elemento necesario para que otros sonidos se hablen entre sí, aquellos que no percibimos. Al entrar en la sala de experimentación sonora podemos apreciar la integración del silencio y los elementos visuales, junto a un fenómeno acústico inherente al espacio-tiempo. Una atmósfera capaz de desatar las propias experiencias internas partiendo de los movimientos de las ondas. La instalación da cuenta de cómo todas las vibraciones, aun las inaudibles, generan experiencias que desarrollan una conexión más precisa con el mundo y que resuenan con el alma humana. Dedicarse a la contemplación de esta obra y experimentar con el espacio compuesto por luz y vibraciones, significa estar de acuerdo con John Keats de que ¨las melodías escuchadas son dulces, pero aquéllas no escuchadas son aún más dulces¨.

La exposición estará abierta desde el 5 de diciembre de 2018 hasta el 17 de febrero del 2019.

Todo es Hercio

Un recorrido por la exposición temporal “Rarae Aves” de Alejandro Duque.

¨Take a walk at night. Walk so silently that the bottoms of your feet become ears.¨

~Pauline Oliveros

Publicado en el El Mundo

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La lluvia, el viento, el canto de los pájaros, el ladrido de los perros, el ronroneo del transporte público, las sirenas, las palabras de los vendedores ambulantes, el repicar de los teléfonos celulares, conforman el paisaje sonoro del acontecer diario. Pero, ¿qué pasa con los fenómenos que son inaudibles? Como seres humanos, no tenemos la capacidad para percibir otros sonidos que forman parte de la existencia en este planeta. Este es el caso de los sonidos de las ondas electromagnéticas que se producen a partir de actividades atmosféricas de naturaleza extraña. Escucharlos puede brindarnos otra forma -radicalmente distinta- de comprender el mundo. Al mismo tiempo, estos pueden conducirnos a una reflexión profunda acerca de los prodigios del mundo físico, que nuestra percepción limitada y unida al ajetreo de la cotidianidad, hace imposible aprehender.

La exhibición Rarae Aves, que actualmente se presenta en el Lab3 del Museo de Arte Moderno de Medellín, nos brinda la posibilidad de hacernos conscientes de un patrón existente en la naturaleza, como lo es el de la radio natural. La instalación está compuesta por antenas ubicadas en el espacio de audición (Lab3) y la terraza del Museo. Estas captan, manipulan ondas y campos electromagnéticos a partir de la interacción con las señales de aparatos móviles, satélites y radio. Se trata de una propuesta audaz del artista Alejandro Duque, quien trabaja con el arte de “los nuevos e inestables” medios, en la que investiga acerca de la energía en expansión presente en la sonosfera.

Pauline Oliveros empleó la palabra sonosfera por primera vez a finales de la década de los sesenta. Oliveros, una de las figuras centrales en el desarrollo de la música electrónica y experimental, definió así a la atmósfera compuesta por diferentes ondas que emanan desde el centro de la tierra; ondas formadas por varios tipos de descargas como las de la energía magnética, eléctrica, electromagnética y cuántica, incluyendo también las de la energía acústica.

Con esta instalación, el artista intenta expandir el concepto de Oliveros, pero partiendo de una naturaleza sonora que va más allá de lo acústico, cuyo objetivo es hacer audible lo inaudible a través de mediaciones tecnológicas. Sin embargo, esta propuesta no debe entenderse como una búsqueda científica, se trata de una muy individual, en la que el artista encuentra un lugar de ruptura con la manera habitual de pensamiento, promoviendo de esta manera la experimentación introspectiva. Si nos sentamos en el medio de la sala, con los los ojos cerrados y en una postura erguida, nos damos cuenta de que nuestra columna también funciona como una antena que conecta la energía de la tierra con la de la atmósfera. Nuestro cerebro penetra en las ondas más profundas de cada una de las capas que conforman los sonidos e identifica así una melodía agradable, por detrás de lo que podría parecer un “ruido ordinario”.

Dado que el laboratorio de experimentación sonora (Lab3) cuenta con las condiciones físicas que permiten que los visitantes entren en un estado de quietud, favorable para la inmersión profunda en los sonidos, el oído se acostumbra con mayor facilidad a las frecuencias de las ondas electromagnéticas de esta instalación, más que en cualquier otro lugar. El Lab3 cuenta con un sistema de insonorización adecuado para ese propósito, con paneles de acondicionamiento acústico y varios sistemas de sonido que se ubican estratégicamente en los alrededores.

Para esta propuesta el espacio expositivo se ha adaptado con un sistema de espacialización sonora (múltiples altavoces), sistemas de visualización del espectro y algunos aparatos como receptores VLF (very low frequency), los cuales producen ondas muy largas y monitorean los fenómenos de la ionosfera. Hay antenas y una caja de aluminio (caja de Faraday) dispuesta en el centro, que bloquea el campo magnético externo y protege a un pequeño cactus de las descargas eléctricas. Las ondas electromagnéticas captadas por las antenas, y que en principio son imperceptibles para los seres humanos, son manipuladas en un computador y a través de aparatos para el procesamiento de señales. Así se escucha la actividad de la atmósfera. El resultado es coro aural (una especie de ruido blanco o ruido de estática).

Así como un ornitólogo pocas veces puede ver a las aves, por lo que debe recurrir al registro de los cantos trazados en un espectrograma; nosotros, los visitantes privilegiados, podemos recurrir al paisaje sonoro inaudible e invisible presente en la naturaleza por medio de esta instalación. Sin duda alguna, para cada persona será una experiencia única e intransferible si se dispone a enfrentarse con lo raro y fuera de lo común.

Esta es una invitación a reflexionar a través de una estética sonora, de los campos y de las magnitudes de onda, sobre nuestra realidad como seres humanos. En este espacio podemos formar parte de la experiencia del propio artista y quizás llevar la exploración de lo inaudible un paso más allá, al abrirnos a la posibilidad de escuchar con otras partes del cuerpo, tal vez a partir de la vibración que se siente en las palmas de las manos, o en la corteza cerebral, una vez que se ha permanecido en el lugar por más de cinco minutos; y, ¿por qué no? dar pie a nuestro propio análisis acerca de una nueva forma de estar en el mundo.

El Lab3, inaugurado a finales del 2014, es un espacio único en el país para este tipo de prácticas creativas, que apuestan por las artes electrónicas y el sonido como elemento primordial. Con Rarae Aves se demuestra una vez más que el reto a nivel curatorial e investigativo de este laboratorio de experimentación sonora, se está logrando de manera exitosa.

Bioarte en el MAMM

Micro-Ritmos, instalación sonora del colectivo mexicano Interspecifics  conformado por Leslie García y Paloma López (Lab3, Museo de Arte Moderno de Medellín). 
Artículo publicado en el El Mundo 
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Los seres humanos poseemos limitaciones a nivel sensorial; no tenemos la capacidad de aproximarnos a la realidad más allá de lo que capta nuestra visión, nuestros oídos y demás sentidos. Pero estos últimos pueden expandirse  a partir de la tecnología,  el arte y las variaciones vibratorias de electrones y protones, producidas por la energía interna de la naturaleza. Esta se aloja en todas las formas de vida y su movimiento vibratorio tiene un potencial sonoro. Las bacterias, como primeras manifestaciones de vida en la tierra, son microorganismos que contienen vibraciones particulares, por lo que representan una dimensión de la realidad con la que podemos interactuar a través del sonido. La obra Micro-ritmos, se detiene en aquello que el hombre no ve, en los detalles de la naturaleza que no son perceptibles. Las artistas mexicanas han dispuesto en el LAB3 –la sala de experimentación sonora del Museo de Arte Moderno–, a manera de Ready-made,  un ecosistema tecnológico compuesto de  celdas bacterianas, muestras de tierras contaminadas de varios lugares de Medellín, un sistema octafónico de sonido, diferentes sintetizadores digitales, RaspberryPi, Arduinos y  lámparas alógenas de luz blanca sobre trípodes, con el objetivo de traducir el movimiento de las bacterias en movimientos lumínicos y sonidos.
Se trata de una instalación que muestra el proceso de comunicación entre microorganismo, máquina y ser humano. El movimiento de las bacterias es traducido a pequeñas corrientes de energía eléctrica, la cual  determina los patrones de  movimiento de las lámparas y estos, a su vez son leídos por software de análisis visual que los convierte en sonido.
Tan solo unos minutos en la sala son  suficientes para detectar, a partir de las cadencias y movimientos lumínicos, la existencia de esa ¨otra realidad¨ en la que conviven seres diminutos. Sin embargo, permanecer más tiempo en la sala es una oportunidad de captar lo sublime de la experiencia sonora. Es así como la obra nos invita a reflexionar sobre la manera de relacionamos con nuestro entorno y comprenderlo. La pieza, basada enteramente en la actividad biológica de los microorganismos, es capaz de hacernos conscientes de los diversos modos de vida, al mismo tiempo que cuestiona nuestro comportamiento al enfrentarnos con la otredad. Por lo tanto, nos invita  a ser más sensibles y a reconocer que otras formas de existencia son fundamentales para comprender la nuestra. Este trabajo es una forma de aproximación artística, científica, tecnológica y filosófica a la realidad; una práctica medial contemporánea donde la energía de otros entes se vuelve visible y audible. Visitar la exhibición es fundirse dentro de un universo sonoro y experimentar con la armonía que se genera a partir de las vibraciones. Enfrentarnos a esta obra significa la apertura de la conciencia a través del lenguaje colectivo de los sonidos.

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Yarumo. Naturaleza sonora en el MAMM.

¨El mundo es sonido. Suena en los pulsares y en las órbitas planetarias, en el giro de los electrones, en los cuantos de los átomos y en la estructura de las moléculas, en el microcosmos y en el macrocosmos. Suena también en la esfera entre estos dos extremos, en el mundo en que vivimos¨.

~ Joachim-Ernst Berendt

Artículo publicado en El Mundo

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¨Yarumo. Diálogos y resonancias¨

Cada uno de nosotros vibramos en muchos niveles. Desde el nivel subatómico al celular, desde el ritmo de la respiración hasta los latidos del corazón y desde la tensión de los músculos hasta las pulsaciones del sistema nervioso. Esas vibraciones sutiles producen sonidos; son estos sonidos eternos los que nos conectan con el universo.

La energía vibratoria del cuerpo humano es la misma fuerza interna que anima a todas las formas de vida, al ambiente y al aire que respiramos. Cuando estamos en presencia de naturaleza, nuestro comportamiento biológico se ve afectado por otros patrones vibratorios. Es ahí donde es posible tener experiencias en las que nuestros cuerpos y mentes se unen con un todo más amplio y en vibración.

Si en ocasiones nos encontramos abrazando a un árbol, sin razón aparente, es porque estos tiene una emanación áurica que nos atrae, y a través del contacto, se produce un intercambio energético que hace que las vibraciones se conviertan en combustible para el alma. Mientras más grande sea el árbol, la frecuencia vibratoria es mayor. Como el Yarumo puede alcanzar hasta 30 metros de altura, es de ramas y raíces gruesas, y tiene grandes cicatrices circulares, no es extraño que Daniel Lara Ballesteros lo haya escogido para la obra que actualmente se expone en el MAMM.

Para esta muestra, el artista recopiló las frecuencias vibratorias del árbol de Yarumo (Cecropia peltata) y las transformó, a través de medios analogicos y digitales, con el objetivo de examinar las características física y metafísicas del sonido. Las vibraciones sonoras resultantes, fueron trasladadas a una plataforma de madera que abarca casi todo el espacio expositivo del Lab3. Es así que los visitantes podemos percibir las vibraciones y sonoridades de este árbol tal como si estuviéramos en su entorno natural.

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En este caso, el contacto se establece entre la madera y todos los poros de nuestra piel, lo que hace que la experiencia sea más directa, profunda y placentera. Según el artista, este trabajo conlleva un propósito terapéutico, que tal vez resulte a partir del poder de transformación que tiene la vibración extraída del yarumo al interactuar con la energía del ser humano, pues dicho flujo vibratorio desbloquea los canales energéticos internos, con lo que se amplía nuestra capacidad sensorial.

Con el fin de indagar en este proceso ingresamos a la sala, al recinto que ahora alberga las emanaciones de los árboles estudiados; nos quitamos los zapatos y caminamos sobre la plataforma de madera, sintiendo un cosquilleo en la planta de los pies que proviene del sonido de los tres altavoces dispuestos por debajo. Al sentarnos, comenzamos a identificar las vibraciones en el cóccix, el punto ubicado en la base del canal principal de energía del cuerpo humano: la columna vertebral. Desde ahí la corriente sube hasta la coronilla, pasando por todas las vértebras y sus ramificaciones. Ese flujo energético zigzagueante culmina en una vibración potente en la corteza cerebral. De esta forma, la espina dorsal funciona como una antena que capta la energía terrestre (la vibración de la madera) y la conecta con la energía celestial (la vibración del ambiente).

Al cerrar los ojos y llevar nuestros sentidos hacia el interior del cuerpo, es posible experimentar el movimiento de nuestra columna a manera de péndulo, tan lento o tan rápido como vayan sucediendo las frecuencias sonoras. Al acostarnos podemos sentir el recorrido de la vibración desde los pies, pasando por las piernas, el torso, las manos y los brazos, hasta llegar al cuello y a la cabeza. Es por medio de ese paisaje sonoro que empezamos a reflexionar sobre los paisajes de nuestra propia consciencia o sobre los patrones que conforman la mente humana. Gracias al acondicionamiento del espacio sugerido en esta exposición, tenemos la posibilidad de aislarnos y abandonarnos a la experiencia, que indudablemente nos conduce a un estado de pura presencia y consciencia del ser interior.

Claro está, que para cada persona será una experiencia única e intransferible, por lo tanto la invitación es a separar un rato del andar cotidiano y dedicarse a sentir más que a pensar, a sumergirse en la profundidad del sonido, y quizás, a descubrir su naturaleza espiritual.

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