En Sala: 4×10

Por la exposición 4×10. Exploraciones sonoras sobre el tiempo.

4x10_Exploraciones_sonoras_sobre_el_tiempo_Lab3_Museo_Arte_Moderno_Medellin_marzo_2018
Imagen de Lucrecia Dalt

«I have nothing to say, and I am saying it, and that is poetry, as I needed it»

~John Cage.

Jueves 3 de mayo, 4pm.

Los visitantes entran en la sala mientras el curador Jorge Barco habla de las artes sonoras. Desde el siglo XX estas han venido trazando un camino, acercándose hacia lo que hoy en día puede decirse que es el siglo de la escucha, ¨ya no predominan las artes visuales como en décadas anteriores¨, explica. Ahora existe mayor interés por el sonido, lo que se evidencia en el número creciente de artistas dedicados a trabajar con este medio, además del marcado interés de las instituciones, galerías y museos por profundizar en este nuevo ámbito del arte contemporáneo.

Esto es precisamente lo que se ha hecho en el Laboratorio de Experimentación Sonora (Lab3) del MAMM con los proyectos expuestos desde finales del 2015, los cuales abarcan un amplio listado de prácticas y conceptos que van desde la ecología acústica y el paisaje sonoro, pasando por la electroacústica y la poesía sonora, hasta computer music, noise y paisaje electromagnético. El proyecto más reciente es 4×10. Exploraciones sonoras sobre el tiempo, para el que diez artistas crean obras de cuatro minutos de duración, pensadas a partir del concepto del tiempo en la música; con este se establece una plataforma en la que puede reflexionarse sobre los procesos creativos del arte sonoro.

Los asistentes nos ubicamos para la escucha atenta en el centro de la sala, lugar en el que se puede percibir realmente lo que es la espacialización en 6.1. Dos de los artistas nos acompañan en este recorrido sonoro, nos guían a través de cada una de sus obras. Sus palabras nos hacen tomar conciencia de detalles que en primera instancia nuestros oídos no captan. En ocasiones hablan como si se tratara de un solo trabajo, pues al escuchar los 40 minutos que dura la muestra pareciera que todo fuera un bucle continuo, una sola obra colaborativa. Los sonidos envolventes parecen trabajar al unísono y generar un ambiente transformador de percepciones e ideas.

Lo cierto es que la exposición abre una maravillosa posibilidad de pensar el sonido no solo el términos musicales, sino como un fenómeno que abarca otros aspectos de la existencia, y quizás pueda entenderse en conjunto con las vibraciones sonoras intrínsecas de nuestra naturaleza humana. Cada uno de nosotros vibramos desde el nivel subatómico al celular, desde el ritmo de nuestra respiración hasta las pulsaciones de nuestro corazón, desde la tension de nuestros músculos hasta las pulsaciones microeléctricas de nuestro sistema nervioso. Por tanto, las exploraciones sonoras podrían pensarse como extensión de dicha naturaleza.

El artista y compositor Matías Uribe comienza a explicar su obra, una pieza realizada junto al ensamblaje Æôn, titulada 13 rt U, que significa las trece regiones temporales del universo. ¨La temática del tiempo ya estaba dada porque la música es el arte del tiempo¨, dice. Para el artista la reflexión sonora ya es una reflexión sobre el tiempo, entonces su trabajo consiste en la idea de trascender la limitante del tiempo ilusorio a través del sonido. Se trata de sobrepasar la ilusión del tiempo, la idea de que un acontecimiento va primero y después el otro; y de que nos encontramos en un presente que mira al pasado y a la vez se mueve hacia un futuro.

Los seres humanos viajamos constantemente en el tiempo con la mente, con los recuerdos y con las estructuras de pensamiento, no nos movemos solamente en esta tercera dimensión de la existencia física, ni solo en la cuarta dimensión que es la del tiempo, sino que también nos movemos en el ámbito mental del pensamiento; es decir, no estamos sujetos al tiempo cronológico. Para dar cuenta de esto, el ensamble Æôn, toma un bucle de 18, 46 segundos y hace 13 repeticiones de ese mismo bucle pensando en los 13 ciclos que da la luna en un año (no son doce como establece el calendario gregoriano, sino que en realidad un ciclo completo de la luna dura 28 días). Basándose en esa proporción, en las 13 rotaciones de la luna frente al todo (un año), la obra representa la vida en un año pero comprimida en 4 minutos; cada 18,46 segundos se completa un ciclo, entonces hay dos realidades que se superponen, una entra gradualmente desde el minuto 0 hasta el minuto 4 y la otra se aleja desde el 0 hasta el 4.  Una crece y la otra disminuye, una es la luna y la otra es la cotidianidad (ritmos humanos, urbanos y mundanos).

La obra comienza con una situación cotidiana, se escucha alguien en una cocina, ruidos de cubiertos, un fogón de gas, el sonido de huevos friéndose en una sartén, los pasos de personas presentes en ese espacio y al final un sonido que nos saca del espacio tiempo. El concepto central tiene que ver con el hecho de enmarcar lo que está detrás de las experiencias humanas. Con cada ciclo lunar se va perdiendo la noción del tiempo lineal, se va destruyendo con cada repetición del loop de las acciones en la cocina, los sonidos se van haciendo más caóticos hasta llegar a un punto en el que ya no pueden ser identificados. Esta deconstrucción del sonido describe el transcurso de un año completo. El inicio es el invierno, pasando por las otras tres estaciones hasta llegar al invierno nuevamente; en el límite entre la primavera y el verano hay sonidos de un sintetizador y acordes cuyas capas generan texturas. Con ese material se realiza el procesamiento digital, luego se baja la densidad hasta llegar a la naturaleza cotidiana nuevamente y al final solo se escucha el sonido de la luna.

El trabajo del tiempo ha sido una constante para el ensamble Æôn, nombre de la figura griega representada como anciano, adulto, joven y niño al mismo tiempo. Æôn concibe el tiempo no como la transición entre pasado, presente y futuro, sino simultáneo. El tiempo aiónico se contrapone al tiempo de Cronos (cronológico) y al tiempo de Kairos (oportunidades). En 13 rt U el objetivo es extraer al oyente de lo que representa lo cotidiano e insertarlo en el tiempo cósmico y cíclico de los ritmos de las estrellas, partiendo del cuerpo celeste más cercano: la luna.

Por su parte, el compositor Miguel Isaza, quien se dedica a la práctica e investigación con el sonido en diferentes campos, habla de Subscendencia, una pieza que se encarga de la ecuanimidad de la hora y del segundo al explorar la idea de contención de grandes cantidades de sonido en pequeños espacios de tiempo, utilizando la materia sonora como elemento cosmológico. Miguel parte de una teoría filosófica contemporánea que plantea lo moderno desde el objeto, el ente o lo neutro; la cosa neutra como la base de todo en la sonología (la realidad), en contraposición a lo humano o a la idea de que un sujeto tiene que filtrar la realidad y después identificar qué es real y qué no. ¨La realidad es y está, así el ser humano esté presente o no; es algo así como que el tiburón se come al atún independientemente de que haya un ser humano viéndolo¨, explica el artista.

En Subscendencia el concepto viene de la idea de que el todo se reduce a la parte y no la parte que va hacia el todo, o la trascendencia del objeto. Tomemos como el ejemplo el universo, en el que una célula estaría dentro de otro objeto y dentro de la célula habrían otros objetos. De la misma manera, el ser humano está hecho de otros objetos no humanos como las células. En las teorías analizadas por el artista, se establecen conexiones entre dichas escalas y lo que se plantea es que en la inmensidad no hay un objeto más grande; la noción de que exista un objeto más grande que el resto es remota. En el planteamiento de Subscendencia hay una idea del tiempo como algo interobjetivo, entonces bajo esta concepción tanto el tiempo como el espacio son creaciones de los objetos, o suceden entre objetos. Nunca hay un tiempo solo o independiente, sino que el tiempo está siempre entre cosas, entre movimientos, entre entes u objetos. Para la obra en cuestión, el artista relaciona ese principio del tiempo entre las cosas con lo que plantea el compositor Curtis Roads sobre el microsonido, quien de hecho fue el primero en explorar esa teoría, una tradición heredada de la electroacústica. También la influencia para Subscendencia es la teoría del ¨quantum acústico¨ de Dennis Gabor, que viene de la época de la revolución en la física cuántica, la cual trata de la equivalencia de un cuarto de materia pero en el espacio acústico.

Iannis Xenakis fue otro músico que utilizó un proceso de composición conocido como síntesis granular o procesamiento granular, en el cual básicamente un sonido se parte en pedacitos y se juega con esos trozos como si fueran cemento o un polvo que se amasa y luego se utiliza para construir. Esto está relacionado a lo que dice Curtis Roads en su libro sobre estética electrónica Microsounds, cuando plantea que la música debe entenderse en escalas de tiempo, por lo que existe una escala infinito decimal (escala mínimas o micro escalas) y una supra (la galaxia, el planeta o un país); la escala supra es todo el tiempo posible y la micro es el tiempo en milisegundos. ¨Por ejemplo toda mi vida es una escala de tiempo entero de sonido, uno de mis días sería otro fragmento sonoro y una hora de mi vida otro pedazo de esa materia sonora, entonces en base a esas escalas, Roads plantea que los métodos de procesamiento se aproximan como se aproximaría uno a la química, disolviendo o mezclando sonidos a manera de sustancias, y así establece una equivalencia con el proceso digital¨, apunta Miguel.

Para la composición en Subscendencia el artista golpea la mesa de trabajo, su escritorio, y los sonidos resultantes se extienden en el tiempo para hacer sentir la masa sonora desde lo más pequeño y luego jugar con la escala supra, que es el sonido constante que se escucha a lo largo de la pieza. Al principio se encuentra la onda seno, que vendría a ser otra perspectiva cuántica del sonido, pensando en los sonidos como puntos, colores o líneas muy pequeñas y puras. Esa onda pura se multiplica, es como un fractal que se abre y genera formas, como una morfología que es temporal. Los sonogramas ilustran eso, permitiendo observar en una escala temporal, el color o la intensidad del sonido, las frecuencias y las formas que se generan en el tiempo.

El objetivo de la obra es dar una noción de materialidad donde no la hay. Un golpe en el escritorio habla de la maleabilidad de ese sonido, de cómo puede extenderse en el tiempo y transformarse en nubes a partir de la sumatoria de granos. Existe un control en los procesos granulares que es la densidad, pero no relacionado con fórmulas matemáticas sino con asuntos estéticos, que en el caso del trabajo de Miguel Isaza tiene algunos tintes metafísicos.

Al escuchar la pieza, la materialidad realmente está ahí, es como un intersticio entre la materialidad que se nos presenta mediante el tacto o la vista y el trabajo de la materia en el sonido. Subscendencia se presenta entonces como una pregunta filosófica, la de pensar el sonido causado, escucharlo como la causa de algo y no como un resultado de algo previo, de generar o disparar mundos más que representarlos.

El artista experimentó con el espacio en la sala, con el frente y la ubicación de los monitores, también inspirado por la pieza de David Velez para la exposición Escuchas, en la que podía sentirse el espacio temblando, como si algún fenómeno físico estuviera realmente golpeando la pared. El sonido generaba algo muy físico y muy material que salía de los parlantes; se trataba de un juego con lo invisible. De manera similar, Subscendencia apunta al acto de escucha como dimensión especulativa.

¨Me interesa la metáfora, cuando los visitantes dicen eso suena a… porque realmente eso es, lo que evoca. Es diferente lo que uno escucha a lo que suena.¨

~Miguel Isaza

A partir de estas dos obras se evidencia la riqueza que se esconde detrás de cada creación. En las múltiples posibilidades sonoras vemos cómo se pueden crear universos; los sonidos se prestan para hablar y denominar al mundo y a la existencia. Pero más que teorizar, extendemos la invitación a escuchar todo el material sonoro que conforma la exposición 4×10. Exploraciones sonoras sobre el tiempo, a entrar en la sala y rendirse a la pura consciencia del sonido, sin dejar que afecten las fluctuaciones de los pensamientos, las memorias o el cuerpo físico.